Por :José Bunedía Hegewisch
#Feminicidio, pena de muerte y simulación
La propuesta de legisladores del PVEM, Morena y del PAN de reabrir la discusión sobre la pena de muerte por feminicidio ante la inédita protesta de las mujeres revela la desconexión y el anacronismo de partidos y oposiciones. Corroboran haber quedado atrapados en la simulación y en ofrecimientos ramplones que precipitaron su debacle en las urnas, a pesar del voto anti statu quo en la pasada elección presidencial. De sus planteamientos se advierte la falta de comprensión a una rebelión feminista que, precisamente, acusa el agotamiento de viejas formas de ejercer el poder y de aparentar soluciones que ganen votos y dejen todo igual. De nuevo, las manidas formas del oportunismo político se imponen como confesión de parte de la nula comprensión de lo que pasa en la calle y en la conversación en redes, con las persistentes movilizaciones de mujeres del 8 y el paro nacional del 9 de marzo. Refleja el tamaño de una oposición desdibujada y rebasada por una realidad que no atiende a sus lógicas electorales, tan instrumental como su propia sobrevivencia. Sobre todo, demuestran la ausencia de planteamientos innovadores para responder a un problema integral como la crisis de violencia de género.
El coordinador del PVEM, Arturo Escobar, quien ya demostró falta de experiencia y conocimiento en prevención del delito en el gobierno de Peña Nieto, presentó un proyecto de modificaciones constitucionales para habilitar la pena de muerte en casos de feminicidio de menores y, así, poder subir a la ola de indignación en el país por el asesinato de Fátima. Lo secundan legisladores “verdes” y también de Morena (los llamados Kiwis, exPVEM) e incluso un senador del PAN, Víctor Fuentes Solís, se pronuncian en búsqueda de reflectores a contrapelo de compromisos que México tiene con organismos internacionales en derechos humanos.
Justifican su proyecto en “creemos que la pena de muerte representa un castigo que podría ayudar a reducir la magnitud y la frecuencia de crímenes”, cuando no hay evidencia alguna de que elevar penas haya dado ese resultado y, sobre todo, sin atender que el mayor reclamo de las feministas es la impunidad de estos delitos en todos los ámbitos.
Con rapidez, López Obrador los condenó al fracaso con sus expresiones de rechazo a la pena de muerte, sin embargo, resaltan las contradicciones de un gobierno que habla de transformaciones y superar simulaciones políticas mientras se apoya en fuerzas obsoletas, inviables y conservadoras, como en el fondo reclaman las feministas. Son un ejemplo del dicho popular: “chango viejo no hace maroma nueva”, aun tratándose de partidos recientes que —como la mayoría de los que accederán al registro—representan a viejos grupos de interés sin capacidad para articular causas y demandas de la ciudadanía. Nacidos desde y para el poder.
Ya antes el PVEM intentó capitalizar la crisis de seguridad de los gobiernos que fagocitó en las urnas del PAN y del PRI para plantear la pena de muerte contra secuestradores y violadores, en su lógica de aprovechar al máximo las circunstancias, aunque hoy ni las encuestas avalen esas opciones. Ése es el perfil de los que ahora truecan sus viejas alianzas para trepar a la coalición de Morena, a la que pronto se integran también nuevos “satélites”, entre partidos de nueva creación y larga estirpe en el sistema político, como la maestra Elba Esther Gordillo o el antiguo “cetemista” Pedro Haces.
Si las feministas reclaman al gobierno incomprensión y falta de respuesta a la violencia de género, su apuesta por aliados electorales conservadores erosiona la narrativa de transformación de la 4T. Ninguno de ellos, ni tampoco de los de nueva creación, tiene un discurso que sintonice ese movimiento o, peor aún, posiciones contrarias a medidas como el derecho a decidir sobre su cuerpo para combatir la violencia de género. De poco le ayudan a cambiar la imagen de falta de empatía o insensibilidad por descalificar las protestas como manipulación de los partidos, todo lo contrario, muestran el pragmatismo de la 4T para hacerse de aliados, aunque no comparta, como con su senadora Lily Téllez, afirmaciones de que el primer feminicidio es el aborto. A dónde va por ahí…