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Sara Sefchovich, entre el amor y el odio

Sara Sefchovich, entre el amor y el odio

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El problema de este mundo en el que estamos viviendo, considera la escritora Sara Sefchovich, es que arrastra y uno ni siquiera se da cuenta.

De tal suerte que cualquiera puede llegar a preguntarse: ¿Cómo vine a dar aquí? ¿Cómo es que me pasó esto?, y es lo que se cuestiona Beatriz, la protagonista de Demasiado odio (Océano), la más reciente novela de la también académica de la UNAM.

«Aunque tú no quieras y te creas diferente, aunque creas que si estás en tu mundito te puedes salvar de todo lo que está pasando en este País y en este planeta, pues te equivocas.

«(Aquello) te arrastra, te convierte, te jala, y acabas incluso metida en eso y hasta, quizá, disfrutándolo, porque el mundo te obliga, no te deja quedarte fuera», opina Sefchovich en entrevista.

Tal es el leitmotiv y eje que guía su más reciente producción literaria, que surgió como una manera de ver qué había pasado con aquella Beatriz de Demasiado amor, la novela debut en la que hace 30 años Sefchovich hiciera una apología del amor romántico en un México que, dice, aún percibía con mucha luz, con mucha ilusión; con todas sus bellezas y grandezas.

«Lo que Beatriz encontró es otra historia de amor, otra historia de gran pasión, pero que no tiene que ver con las historias de amor romántico que conocemos y que va por un camino completamente inesperado», detalla la autora. «Y se encontró, además, con un México que ya no tiene nada que ver con el que había conocido hace 30 años».

El desencanto del personaje es manifiesto desde las primeras líneas del libro, resultado de más de tres años de trabajo, «dejando ahí realmente la piel y las entrañas», apunta Sefchovich, mientras le pide a su sobrina, a través de una misiva, no venir al País, pues «hoy ya no se puede ir a ninguna parte; nunca sabes lo que te puede suceder ni quién se te va a atravesar».

Y no nada más en México. El peregrinaje que por las propias circunstancias de su amor termina haciendo por Europa, Asia y África le muestra que el mundo de hoy no tiene ya nada que ver con el de antes.

A lo largo de este trajín y de todo aquello que va atestiguando y cometiendo está siempre la pregunta por el origen de la violencia, por la naturaleza de las personas y sobre por qué hacemos lo que hacemos.

Todo esto desde una narración en la que se combinan la crónica de viaje y la investigación, pero, sobre todo, las preocupaciones de la autora, dotando al volumen de cierto carácter autobiográfico.

«(Es) una autobiografía sobre el miedo que me da el mundo en el que vivo, el país en el que vivo, las personas que pueden hacerle daño a lo que uno ama», apunta.

En especial está muy presente el difícil asunto de la normalización de todo aquello que da cabida a una realidad lacerada; hacer como que uno no oye ni ve y continuar viviendo como si nada pasara, entrando así en complicidad, como se da cuenta Beatriz.

«Todos los que vivimos en este tiempo somos, nos guste o no, participantes y cómplices, por acción o por omisión, de una guerra que hemos perdido completa e irremediablemente».

Pero ¿hay forma de cambiar eso y dejar de ser cómplices? ¿Es posible resistirse a esa corriente del mundo que absorbe?

«Yo tendría dos respuestas. La que quisiera poder darte es: ¡Claro que sí! ¡Podemos resistir, podemos hacernos conscientes! Pero la verdadera respuesta que tengo es: No, no podemos», zanja Sefchovich.

Aquí la autora hace referencia a su anterior libro, ¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México, en el que exhortaba a las madres de familia a actuar contra los hechos delictivos de sus hijos.

«Cuando salió ese libro yo tenía muchísima ilusión de pensar que sí es cierto, las madres de familia van a decir: ‘Prefiero a mi hijo vivo, que tener esta pantalla gigante de LED'», recuerda.

No obstante, y para su sorpresa, mientras recorría México, haciendo la promoción del título, se dio cuenta de que no era así.

«Las madres lloran mucho a sus hijos, pero prefieren la pantalla LED y las vacaciones pagadas en Cancún. Eso me dolió muchísimo, y aún lloro cuando me acuerdo. De ahí nace esta novela, de darnos cuenta de que no sólo no podemos resistir, (sino que) no queremos resistir porque hay muchos beneficios de vivir en este tipo de mundo para muchísima gente.

«Ésta es una sociedad que ha aceptado esos horrores porque la benefician», lamenta.

A pesar de esto, el libro de Sefchovich no es una incitación pesimista ni le abre la puerta al nihilismo; es decir, que pese a todo lo malo del mundo y su influjo irremediable, no quiere decir que la vida carezca de sentido.

«Sí lo tiene, lo tiene porque hay todavía afectos, cariños, cosas lindas que nos hacen querer vivir, y lo que yo quise hacer en esta novela es ese equilibrio, no nada más la otra parte. Ese equilibrio que aún es posible para la gente común y silvestre.

«Tenemos esa parte bonita en este mundo, que nos hace también podernos enamorar, tener cariño, tener afecto», enfatiza. «Eso es lo que nos mantiene vivos y lo que le da un poco de sentido a la vida para que tenga caso escribir, para que tenga caso pensar que, aunque esté normalizado lo más terrible, también está normalizado lo lindo y lo padre».

‘Hay que dejarse querer, dejarse llevar’
Beatriz, protagonista de Demasiado odio, la nueva novela de Sara Sefchovich, vive un amor complejo que incluso la pone en retrospectiva con el resto de sus relaciones, todas siempre en función de los deseos del otro.

«Que tire la primera piedra el que puede lograr que sus relaciones afectivas no vayan cambiando el rumbo de su vida. Sería terrible que no lo hagan, que si tú te enamoras o que quieres a alguien, no participes de todo eso, y todo eso sería terrible que no cambiara tu vida. A fuerza la cambia», expresa la autora.

«Yo creo que justamente el llamado es a lo contrario, a dejarse querer, a dejarse llevar, y luego darse cuenta: ¿Sabes qué?, me equivoqué, siempre ya no quiero ir por aquí. Pero no me cerré a la posibilidad de vivir esas experiencias que son chingonsísimas».

Al adelantar que presentará su novela en las ferias internacionales del libro de Guadalajara y del Zócalo en cualquiera que sea el formato en que éstas vayan a realizarse, Sefchovich subraya, con un cierto estoicismo, la necesidad de adaptarse.

«Este mundo cambió, y eso es justamente el sentido de mi novela; cambia cada día, y si uno no se va adaptando a esos cambios, tú te quedas en tu casita llorando por el mundo que no entiendes o por el que extrañas y se te fue.

«Yo no pienso aceptar vivir de esa manera. Mientras esté en este planeta pues vamos viendo lo que pasa y adaptándonos lo más posible. No digo que se pueda del todo, porque también uno tiene sus mañas y costumbres, pero hay que tratar de adaptarnos lo mejor posible, y estamos haciendo los planes así, día con día», concluye.

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