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Juegos de poder

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Por Leo Zuckermann

¿Debe ser obligatoria la vacunación?

Mi madre está tristísima. El martes falleció una de sus mejores amigas. La había visto unos días antes que enfermara de covid-19 en su tradicional reunión de los viernes donde las abuelas comen, juegan a las cartas y chismean. “Ella era la alegría del grupo”, me dice mi madre llorando por la pérdida de una amistad de más de siete décadas.
La amiga murió como suelen hacerlo muchos pacientes de esta enfermedad: sola e intubada. En menos de tres semanas se la llevó el maldito virus. Como mi madre y sus amigas la habían visto unos días antes, todas se hicieron la prueba para ver si las había contagiado. Por fortuna ni una se infectó. Hay que decir que todas ya estaban vacunadas con las dos dosis. La única del grupo que no se había vacunado fue precisamente la que se contagió de covid-19 y, eventualmente, falleció.
En un mundo donde las vacunas siguen siendo escasas, no acabo de entender a aquellos que tienen la gran oportunidad de vacunarse y se rehúsan a hacerlo. En este caso fue una adulta de la tercera edad, viuda de un cardiólogo, que no estaba del todo convencida de la utilidad de la inoculación.
Estaba en su derecho. Como liberal, estoy de acuerdo con que las personas piensen lo que se les pegue la gana y, por tanto, rechacen la aplicación de la vacuna en contra del SARS-CoV-2. Pero, también creo que se les puede negar el derecho a entrar a espacios públicos y privados, sobre todo los cerrados. Me temo que hay que restringirles la posibilidad de convivir con otras personas a fin de evitar más contagios.
No vacunarse es un derecho individual, pero también una irresponsabilidad con la sociedad.
Es como la prohibición a conducir un vehículo en estado de ebriedad. Cada quien tiene el derecho de meterle a su cuerpo la cantidad de alcohol que quiera. El Estado no debe prohibir el consumo de esta sustancia para los adultos. Pero sí puede proscribir que conduzcan un vehículo poniendo en peligro a los demás conductores y transeúntes. Simple y sencillamente: si usted bebe, no maneje, y punto, porque eso es lo que le conviene a la sociedad.
Bueno, pues lo mismo con la vacunación en contra del covid-19. Si usted no cree en ella, muy su derecho, no se la ponga. Pero no salga a contagiar a los demás poniendo en peligro sus vidas.
Creo que el Estado no debe ser el agente social para aplicar las restricciones a los no vacunados por decisión propia. Sería autoritario y absurdo solicitarle a la policía que detuviera a las personas en la calle para verificar un comprobante de vacunación, el establecimiento de retenes con dicho propósito, la aplicación de multas o, peor aún, de penas corporales. Quizá eso lo pueda hacer en países autoritarios como China, pero no en democracias liberales donde el Estado está obligado a respetar los derechos humanos.
No. El tema lo deben exigir los privados. Por ejemplo, los empleadores. Si usted no está vacunado, pues sencillamente no entra al centro de trabajo. Así de sencillo.
Y lo mismo para las instituciones del gobierno. Ni qué decir de las universidades: maestros, empleados y alumnos que no tengan la vacuna por decisión propia no pueden acudir al campus.
Los centros de espectáculos (cines, teatros, conciertos) deben requerir un comprobante de vacunación. Restaurantes y hoteles, igual. Incluso las reuniones familiares o amistosas debería seguir la misma etiqueta: sólo entran los vacunados.
Esto, desde luego, bajo la premisa que están disponibles, como en Estados Unidos, las vacunas para toda la población. Otra cosa muy diferente es con los no vacunados porque no la han podido conseguir.
En el vecino país del norte, ya son varias las empresas e instituciones gubernamentales que han ordenado a sus trabajadores enseñar su certificado de inmunización completa para poder seguir trabajando. Otros, para poder asistir a las oficinas. Algunas dan la oportunidad de presentar pruebas semanales de no contagio en lugar del certificado de vacunación.
En Israel, otro país donde hay disponibilidad completa de vacunas, existe el “certificado covid” que le da derecho a la persona de entrar a las salas de concierto, recintos culturales, estadios, bares, restaurantes, gimnasios, hoteles y cines. Los que no lo presentan, tienen la posibilidad de enseñar pruebas negativas de contagio que ellos pagan de su propio bolsillo.
Sí, que la gente tenga derecho a no vacunarse, pero asuman las consecuencias de no hacerlo. La libertad implica responsabilidad. Por lo pronto, que descanse en paz la amiga de mi madre, a quien le daré un sentido abrazo cuando la vea porque los dos ya estamos vacunados.

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