Que un Papa entierre a otro Papa es un hecho tan histórico como que dos pontífices hayan convivido durante el último decenio. Ante un acontecimiento tan relevante, la expectación por la ceremonia de despedida era máxima. Y solo los especialistas supieron señalar los matices que diferenciaron el funeral en la plaza de San Pedro por el alma de Benedicto XVI del de su antecesor, Juan Pablo II, que murió ostentando el cargo a pesar de su dolorosa agonía, su larga impotencia y su extrema tolerancia con el gran pecado que sigue afectando a la Iglesia católica de nuestros días. Los abusos sexuales.