La esperanza de que el Tren Maya, la emblemática obra del presidente Andrés Manuel López Obrador, lleve al sureste de México, tradicionalmente olvidado, una mayor visibilidad y un crecimiento económico nunca antes visto es latente en los ejidatarios locales, aunque reconocen el impacto en la mano obra y los modos de vida.
El Tren Maya contempla más de mil 500 kilómetros de vía férrea para transporte de carga, turistas y pasajeros locales en los cinco estados del sureste del país: Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán.
Angulo consideró que, para productores y habitantes de la zona, las obras del tren han traído una bonanza económica sin precedentes desde que iniciaron los trabajos en los tramos 6, que va de Tulum a Chetumal (de 255 kilómetros); y el 7 que recorre Chetumal hasta Escárcega, de 254 kilómetros.
“El ingreso ya es otro. Ya no es lo que ganaba anteriormente la gente en la ciudad o en un restaurante o una empresa cualquiera”, subrayó, al reconocer que muchas personas que antes trabajaban en obras de construcción se han empleado en el Tren Maya ya que les pagan “quizás el doble” de lo que pueden percibir en cualquier otra empresa.
Por su parte, Roberto Salgado Sangri, presidente del comisariado del ejido de la Península, coincidió en que el tren ha beneficiado no solo al traer empleo a diversos sectores, sino también a los ejidos por donde pasan las vías, la tradicional modalidad mexicana de propiedad colectiva de tierras, vinculado a la reforma agraria de principios del siglo XX.