Por Antonio Zamora
Ayer fue el último día del año es especial, aunque sólo sea porque se arranca la última hoja del calendario del año en curso…
Pero, sobre todo, es especial porque bastantes personas coincidimos en nuestros pensamientos…
Como sugiere la letra de la canción “Un año más“, de Mecano, hacemos un repaso de lo vivido y estrenamos el año que llega pidiéndole que sea igual o un poquito mejor…
Y lo hacemos en masa, cada uno en su zona horaria…
¡Sólo por esa convergencia es un día grande!
Es tiempo de hacer balance de lo bueno y malo, de quedarse con lo segundo y de llamar a la buena suerte…
Siendo realistas, sabemos que el nuevo año traerá de todo: días negros y días de colores…
No podemos influir para que todos los días sean un jolgorio, pero sí podemos multiplicarlos…
El brindis que hicimos la noche de anoche está dedicado a la inspiración y a ese sentido de la oportunidad que nos permita aprovechar lo bueno que se nos cruce en el camino…
Brindamos con el deseo de poder repetir brindis este año que hoy empieza y con la enorme gratitud hacia todos los que han pasado …
Los últimos días del año invitan a hacer balance y hay quien se desilusiona por no haber alcanzado los propósitos que se hizo en enero pasado…
No es para tanto. Muchos de esos buenos propósitos terminan estacionados durante las primeras semanas del año…
Es natural que surja el desencanto y, quizás, la apatía a la hora de plantearse unos nuevos o de volver a intentar lo mismo…
Pero, desprendámonos por un momento de esa sensación de fracaso y analicemos el asunto para ver qué ha fallado…
Porque, si el propósito vale la pena, bien empleado está cada intento de lograrlo…
¿Por qué fallan los buenos propósitos?
Observemos las principales causas:
Fallan porque son poco realistas…
Fallan porque falta motivación…
Fallan porque son demasiados:
Cuanto más propósitos te pongas a la vez, menos probable es que los consigas todos…
La idea es que sean pocos y que concentres tu energía en uno (preferiblemente) y después en los que sigan…
Fallan porque no están bien planteados:
Las metas vagas, del estilo “Voy a adelgazar“, no suelen funcionar…
Necesitas ser específico, plantear acciones concretas para conseguir lo que quieres y, en definitiva, convertir el propósito en un objetivo…
Fallan porque el contexto no ayuda:
El lugar donde vivimos y las personas que nos rodean (sobre todo esto último) también influyen en tu éxito o fracaso…
Es más fácil conseguir lo que te has propuesto si te rodeas de personas que creen en ti, que te apoyan o, cuando menos, que no te empujen en sentido contrario…
Fallan porque partes de una percepción negativa de ti mismo: cuanto peor te sientas contigo mismo, menos eficaz serás trabajando por lo que quieres…
El sentimiento de que eres poco valioso servirá como autosabotaje, brindándote la excusa que necesitas para abandonar el propósito. (Soy tan vago, tan inútil…) Etc…
Haciendo un balance útil:
Puedes zanjar el balance diciéndote que has fracasado y lamentarte por ello, pero también puedes examinar lo que ha fallado, porque para eso mismo sirven los fracasos: para aprender y seguir adelante con lo aprendido…
En todo caso, sé comprensivo contigo y, aunque te haya dolido no tener éxito, celebra cada pequeño esfuerzo que has hecho para lograr lo que quieres…
Y celebra también el haber tenido ese buen propósito. Cada propósito que te haces lleva aparejado el deseo de mejorar tu vida, de ser más feliz, y esa inquietud es valiosa…
Es más, no dejes que se apague en este momento. No condiciones tu felicidad a que consigas o no consigas tu propósito…
¿Quién te dice que vas a ser más feliz si logras esto o aquello? No hay certeza…
Lo que cuenta es HOY, así sea 31 de diciembre o 1 de enero, final o principio…
Quédate con lo que vas a hacer HOY para estar mejor…
Feliz Año Nuevo…..
NOS LEEMOS PASADO MAÑANA…..