Por Jorge Fernández Menéndez
“Ahora cuidamos a las bandas criminales”
Pocas veces el presidente López Obrador ha tenido una expresión tan desafortunada como la de ayer, cuando dijo que los elementos de las Fuerzas Armadas que vimos en un video perseguidos, amenazados, insultados, por un convoy de sicarios en las calles de Nueva Italia, Michoacán, en pleno día, no habían reaccionado porque ahora “cuidamos a los elementos de las Fuerzas Armadas, de la Defensa, de la Guardia Nacional, pero también cuidamos a los integrantes de las bandas, porque son seres humanos”.
Perdón, pero el Estado mexicano existe para proteger a los ciudadanos y a sus instituciones de este tipo de grupos criminales organizados que vulneran el derecho a la paz, la convivencia y la prosperidad. El Estado no está para cuidar a los criminales y sus bandas, está para combatirlos. Nadie dice que se tenga que recurrir siempre a la violencia para ello, pero lo que estamos viviendo es exactamente lo contrario: los que ejercen la violencia contra los ciudadanos son los criminales, los casi 130 mil muertos en lo que va del sexenio, la cifra más alta de la historia, los cien mil desaparecidos, el tercio del territorio nacional que no está bajo control del Estado mexicano, las masacres que se suceden cada semana son la demostración de que ese “cuidado a las bandas criminales” es un sinsentido que tiene un altísimo costo para la sociedad y para las instituciones.
No sólo porque las demerita, sino también porque sus elementos son cada vez más agredidos por las bandas criminales que operan muchas veces, como en el caso de Nueva Italia, con total impunidad. Un dato solamente: desde que comenzó el sexenio, cada día un policía es asesinado en el país. Un policía por día. Ningún día concluye con, por lo menos, 70 homicidios y estos superan, en ocasiones, el centenar. No sé si se “cuida a las bandas” criminales, pero definitivamente no se cuida ni a la ciudadanía ni a las instituciones.
En Palacio Nacional, el presidente López Obrador también sostuvo que no responder a las agresiones de los criminales fue “una actitud responsable”. Perdón, pero es otra falacia. Podría ser una actitud responsable si los sicarios hubieran sido perseguidos, detenidos, procesados. Nada de eso ocurrió. En todo caso, más que preocuparse por proteger a las bandas, habría que preocuparse, y mucho, porque a plena luz del día circulen por las ciudades convoyes de sicarios armados que incluso se dan el lujo de agredir a militares sin que pase absolutamente nada.
Michoacán, lo hemos dicho muchas veces, es un laboratorio del narcotráfico. Lo que ocurre en ese estado suele trasminarse casi siempre al resto del país. Y desde hace meses las fuerzas de seguridad y militares son atacados con impunidad por los grupos criminales y eso se ha contagiado a otros puntos del país. La persecución de Nueva Italia es una demostración de ello, pero es parte de una lógica que hemos visto una y otra vez en comunidades, en ciudades, en ataques a militares y miembros de la Guardia Nacional, en agresiones con drones contra ellos y sus unidades, con ataques incluso contra instalaciones militares. Hace unas semanas veíamos, en Sinaloa, cómo un grupo de sicarios tomaba un campamento militar, desarmaba a los soldados, los golpeaba, humillaba, insultaba. Vimos cómo Caborca, en Sonora, fue tomada por grupos criminales que se trasladaron durante kilómetros en un convoy armado por carreteras federales sin que nadie los molestara. Hemos visto cómo marinos y militares son secuestrados como medida de presión ante una detención.
Es verdad lo que dice el Presidente: ya no es como antes. Este tipo de agresiones contra las instituciones y la sociedad no las veíamos antes. El grado de empoderamiento criminal que estamos viviendo, donde estos grupos se sienten con poder y capacidad para tomar comunidades, pueblos, operar a plena luz del día en ciudades y territorios, es inédito.
Las administraciones Fox, Calderón y Peña Nieto cometieron, en distinto grado, errores en la lucha contra el crimen organizado, pero lo que estamos viendo y viviendo en los últimos tiempos no tiene parangón y los resultados de “cuidar a las bandas” no ha generado beneficio alguno para la sociedad y las instituciones. Lo que existe es impunidad. Los mayores daños que sufren los grupos criminales son los que devienen de sus propios enfrentamientos.
En una entrevista que nos concedió para el libro La nueva guerra, del Chapo al fentanilo (2021, Grijalbo) el general Luis Cresencio Sandoval nos decía que “las Fuerzas Armadas, dijo el secretario de la Defensa, seguimos realizando operaciones y cumpliendo tareas en beneficio de la seguridad, pero existen aspectos que nos ha encargado mucho el Presidente. Primero, el respeto irrestricto a los derechos humanos y, segundo, la correcta aplicación de la Ley Nacional del Uso de la Fuerza, siendo muy enfático en ello”. También insistió en que esas instrucciones no buscaron debilitar su accionar. “Al insistir en el respeto a los derechos humanos, se generó entre las tropas una confusión que los hizo titubear al actuar en ciertos casos, teniendo como consecuencia agresiones por parte de algunas personas detractoras de la ley. Pero esa no fue una instrucción del señor Presidente, jamás indicó que nos dejáramos golpear; al contrario, expresó su preocupación por esos hechos, manifestando que no podíamos seguir permitiendo que golpearan a nuestros soldados”. Por eso mismos no se puede “cuidar a las bandas” criminales “igual” que a los elementos militares, como dijo ayer el Presidente. No son lo mismo, no son iguales, no es justo ni sensato.