Por Pascal Beltrán del Río
Sin ciencia
En su afán de explicar o justificar los cambios que impulsa su gobierno en los contenidos educativos, el presidente López Obrador dijo el domingo que la tarea más importante de la escuela era proveer a los alumnos de una formación humanista y equiparó el conocimiento científico con producir armas nucleares. “Que primero nos formemos como buenos seres humanos, como buenos ciudadanos y luego ya, buenos científicos, eminencias, pero que no abandonemos nuestro humanismo”, afirmó en la ceremonia del Día del Maestro.
“No queremos inventores de bombas atómicas, no. Queremos creadores de fraternidad, queremos maestros que enseñen a alumnos que van a ser buenos ciudadanos, que van a ser fraternos, que van a practicar el amor al prójimo porque lo que buscamos en la Cuarta Transformación es una sociedad mejor, una sociedad más justa, más humana, más fraterna, por eso los cambios en los contenidos educativos”, agregó.
Se dice que éste es un gobierno que está peleado con la ciencia, pero que un arma de destrucción masiva sea el ejemplo que pase por la cabeza del Presidente –antes que las vacunas y los antibióticos que han prolongado la expectativa de vida de los seres humanos– no deja de ser preocupante, especialmente en un país que tiene grandes rezagos en matemáticas y otros conocimientos respecto de otras naciones.
Como si México fuera una isla que no tiene que competir con el resto del mundo para atraer las inversiones que crean empleos, Obrador repitió los objetivos de la revisión de los planes de estudio que ya había hecho públicos el director de Materiales Educativos de la SEP, Marx Arriaga, el mismo funcionario que dijo, meses atrás, que leer por placer es un acto de consumo capitalista. “Ya son otros tiempos y hay que poner en correspondencia los contenidos de los libros de texto”, recalcó el Presidente. “Ya no estamos en el periodo, no queremos ya estar en ese periodo llamado neoliberal o neoporfirista, ahora queremos una formación orientada al humanismo”.
Ni una palabra de su discurso fue dedicada a los retos que enfrenta la educación por efecto de la pandemia, como el atraso que sufrieron en su aprendizaje millones de alumnos de primaria y secundaria, y la deserción de cientos de miles de estudiantes de preparatoria. ¿Qué se hará para resarcir esos daños? ¿Alcanzará para ello el nuevo currículo humanista? Mucho nos lamentaremos como sociedad cuando a esos niños y jóvenes les toque buscar trabajo y se topen con las preguntas de su entrevistador:
–¿Usted, qué sabe hacer?
–Soy buen ciudadano.
–Está muy bien eso, pero, ¿qué conocimientos tiene?
–Practico el amor al prójimo.
–Lo felicito, pero ¿cuál sería su contribución en caso de darle el empleo?
–Soy creador de fraternidad.
Lo curioso es que el Presidente ha venido quejándose de que no se formaron suficientes médicos en el país durante el “periodo neoliberal” –y, por eso, dice, hay que traerlos de Cuba, cosa que objetan los médicos mexicanos con mucha razón–, pero ahora propone un modelo educativo en el que la base sean las humanidades y en el que se elimine la evaluación del aprendizaje. Si yo pensara mal, diría que el objetivo es no formar ciudadanos que puedan emanciparse gracias a sus conocimientos, y así realizar su propio proyecto de vida, sino que dependan para siempre de las dádivas del gobierno. Es decir, simples clientelas políticas. O, peor: peones del crimen organizado.
En todo caso, si ése es el propósito o no, dicho plan sólo puede provocar que México sea menos competitivo frente al resto del mundo, particularmente ante países con sistemas educativos regidos por la exigencia académica.
Lo que está en marcha puede acabar con las posibilidades de progreso de millones en aras de una supuesta “sociedad mejor”, sin otro argumento que el de romper con el pasado y promover la pureza ideológica.