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Por Jorge Fernández Menéndez

Cumbre: a pagar costos sin beneficio alguno

Salvo que ocurra algo extraño, el presidente López Obrador no irá a la Cumbre de las Américas el próximo lunes en Los Ángeles. Poco importó que se le trasladara al primer mandatario el interés “muy personal” del presidente Joe Biden para que asistiera a ese encuentro. Como en casi todo, la posición tan inflexible mostrada desde el inicio exigiendo la invitación a la cumbre de los gobier­nos de Venezuela, Cuba y Nicaragua dejó al presidente López Obrador sin margen para poder negociar.

A alguien se le ocurrirá decir que es una demostración de la firmeza de principios del mandatario. En realidad, se trata de una demostración de falta de pragmatismo y flexibilidad, algo imprescindible para moverse en política internacional. Vamos, hasta Fidel Castro, idolatrado en algunos ámbitos presidenciales, no tuvo empacho en mantener bue­nas relaciones con la España franquista cuando fue de su conveniencia y, como ocurrió con Franco, lo hizo con muchas otras naciones absolutamente alejadas de sus posiciones cuando ello contribuía a los intereses del régimen cubano. Eso se llama pragmatismo.

Pero bien, el presidente López Obrador no irá a Los Ángeles, pero todos los otros grandes países de la región sí lo harán: Brasil y Argentina en pri­mer lugar. La relación de México, e incluso la de Biden, con el mandatario brasileño Jair Bolsonaro es muy mala, pero lo cierto es que Brasil no deja de ser la primera economía de América Latina. Biden y Bolsonaro tenían que hablar, lo hicieron y Bolsonaro, que se juega la presidencia dentro de unos meses contra Lula da Silva, estará en Los Ángeles: no quiso enviar el mensaje de tener rotas sus relaciones con Washington antes de enfrentarse a un candidato de izquierda que, aparentemente, lo supera en todas las encuestas.

El mandatario de Argentina, Alberto Fernández, cuyos índi­ces de popularidad están, literalmente, por los suelos y con una economía que sufre una inflación que ya amenaza con llegar a los tres dígitos, alabó la posición de López Obrador, pero después de una plática telefónica de 25 minutos con Biden, anunció que siempre sí irá a Los Ángeles. No ir cuando aún está renegocian­do la deuda externa de Argentina con el FMI y otras instancias y cuando también se aproximan elecciones presidenciales era algo así como políticamente suicida.

Por una u otra razón, también decidieron ir varios países del Caribe que habían anunciado originalmente no participar. Al final, el único que ha terminado atrapado en su posición es el gobierno de México. El presidente López Obrador, que añora aquellos años 60 y 70, debe pensar que así se muestra firme en sus principios, pero, en realidad, ha exhibido su vulnerabilidad.

El gobierno de Estados Unidos, lo encabece hoy Biden o el día de mañana un republicano, sí tiene amigos, pero, sobre todo, tiene intereses. Intentar boicotear la cumbre, presionando para que a la misma sean invitados Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, al único que desprestigia es a nuestro Presidente.

El caso de Cuba hubiera podido tener algún margen de manio­bra, pero en vísperas electorales era lo mismo que regalarle Flori­da y otras posiciones al Partido Republicano. El caso de Venezuela es imposible: alguien tendría que haberle informado al Presidente que Washington no sólo tiene una orden de aprehensión por nar­cotráfico contra Maduro y sus principales funcionarios, civiles o militares, sino que, en una decisión heredada desde el gobierno de Trump, Estados Unidos reconoce como manda­tario legítimo de Venezuela al opositor Juan Guaidó, una opción que se veía más posible hace unos años que hoy, pero ésa sigue siendo la posición oficial de Estados Unidos y de la Unión Europea.

En el caso de Daniel Ortega, también con orden de aprehensión en Estados Unidos, estamos ha­blando de un dictador impresentable, cuya última decisión —luego de encarcelar antes de los comi­cios presidenciales de hace unos meses a todos sus opositores, de cerrar todos los medios que no fueran estrictamente oficialistas, de enviar al exilio a cientos de miles de nicaragüenses— fue clausurar la Aca­demia Nicaragüense de la Lengua, una institución a todas luces subversiva. Esos tres gobiernos, en su propia cumbre, la semana pasada en La Habana, ex­presaron su apoyo al régimen de Vladimir Putin y a su invasión a Ucrania. Que alguien me explique por qué diablos tendría que invitarlos a Los Ángeles el gobierno de Biden sin pagar costos muy altos, interna y externamente.

México sí pagará esos costos: Venezuela, Nicaragua y Cuba no significan nada en términos económicos, políticos y sociales para México. En Estados Unidos residen 30 millones de mexicanos que este mes de mayo enviaron más de cuatro mil millones de dó­lares en remesas, con ese país tenemos más del 80% de nuestro intercambio comercial; suyas son, con mucho, las mayores in­versiones extranjeras en nuestro país; nuestras economías están plenamente integradas y dependemos, a través de esa integra­ción, de nuestro abasto alimenticio y energético.

Pero preferimos apoyar a tres dictadores a cambio de nada y terminar despreciando hasta las invitaciones “muy personales” del mandatario estadunidense. Es verdad que de aquí al lunes pueden cambiar muchas cosas, pero el presidente López Obrador ha sido tan inflexible que no veo cómo pueda modificar su postu­ra sin demostrar su propia debilidad. En un caso de perder-perder, donde no hay beneficios y siempre habrá costos crecientes.

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