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Uso de Razón

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Por Pablo Hiriart

Risa y locura: los que no se quieren vacunar

MIAMI, Florida.- Cerca de 30 por ciento de la población de Estados Unidos no se quiere vacunar, o al menos no todavía.
Es un promedio similar al del resto del mundo que rehúsa un simple piquete, revela una megaencuesta de Gallup.
-¿Ya te vacunaste, Mohammed?-, pregunto al conductor del Lyft que me transporta, un marroquí que lleva ocho años en Florida.
-No, ni me voy a vacunar. ¿Para qué? He ido a reuniones, fiestas llenas de gente y no me ha pasado nada.
-Hay personas que se mueren por el Covid, Mohammed. Más de medio millón en Estados Unidos.
-Es que a esos les tocaba. Porque cuando te toca, toca.
-¿Ni una vacuna para protegerte, y a tu familia?
-Si me va a tocar, me va a tocar morirme con o sin vacuna. Entonces, ¿para qué me la pongo? A ver, dime.
Gina –su nombre es otro, igual que el de Mohammed y Raquel– es la gerente de una exitosa cafetería y pastelería cercana a donde vivo, que tiene establecimientos en Roma, Nueva York y Miami. Ella es italiana, con estudios universitarios, dueña de dos restaurantes en España, y me pregunta:
-¿Y tú, por qué crees en eso del Covid?
-Mira cómo mata gente. Medio millón aquí.
-¿Y quién te asegura que murieron por eso? Es influenza o qué sé yo. La gente se ha muerto siempre.
-Entonces, según tú, los médicos, hospitales y gobiernos se pusieron de acuerdo para engañarnos.
-Todo es un gran negocio. ¿Habías visto alguna vez que sacaran una vacuna tan rápido? ¡Y tú te lo crees! ¡Y la gente se lo cree y se vacuna!-, argumenta con subrayados movimientos de las manos y la cara que echa hacia adelante, seria, con ojos de plato, como si estuviera viendo a un loco.
Raquel es venezolana que lleva una tienda donde compro el agua; gentil, enorme y tan conversadora como suelen ser las personas de su tierra. Tampoco se ha vacunado.
-No, ni mi esposo ni yo nos hemos vacunado. No me quiero vacunar.
-¿Le tiene miedo al pinchazo?
-No, ja ja ja. No me quiero vacunar, pues. A ver si más adelante.
-¿Más adelante?
-Sí, a ver, tal vez. Y si me vacuno, va a ser con la Pfizer esa.
-Raquel, ¿se da cuenta que usted puede elegir vacuna, y en su país no hay? Ni siquiera se sabe cuánta gente ha muerto allá.
-¡Ay no! ¡Pobrecitos! Allá no tienen vacunas. Mi cuñado es médico y no lo han vacunado, ¿usted cree? A nadie, ni en Caracas. Imagínese. Llegaron unas poquitas vacunas, rusas, ay, pobrecitos.
-Entonces, ¿usted cuándo se va a vacunar?
-No, no me voy a vacunar. O no sé, no sé…
Reporteros del New York Times hicieron un recorrido más amplio: “Stephanie Nana, cristiana evangélica, de Edmonton, Oklahoma, se negó a recibir la vacuna porque creía que contenía tejido celular de abortos”.
Nathan French, “quien dirige un ministerio aconfesional en Tacoma, Washington, dijo que recibió un mensaje divino de que Dios era el sanador y libertador supremo, y la vacuna no es la salvadora”.
En enero y febrero, los estacionamientos de los estadios estaban llenos de coches con gente que esperaba tres o cuatro horas para vacunarse. Ahora muchos han cerrado, por falta de asistentes.
Las farmacias están vacías en el lugar destinado a la vacunación.
De abril a mayo, en sólo un mes, el ritmo de vacunación cayó en un millón 100 mil personas menos al día.
Los que se querían vacunar, ya lo hicieron.
La estrategia de Biden ha topado con hueso. O con la locura. Un 13 por ciento de la población dice que no se vacunará jamás.
Creen que es una conspiración china, de grandes personajes de influencia mundial, una treta del gobierno para controlarlos, un plan de Bill Gates para inyectarles microchips y conocer sus gustos, entrar en sus intimidades…
El 23 por ciento de la población del estado de Misisipi dice que no se va a vacunar por ‘los altos costos’ de la vacuna… que es gratis. El 17 por ciento de la población de Delaware dice que prefiere esperar, lo mismo que el 12 por ciento de los habitantes de Rhode Island. Y así.
Los esfuerzos por vacunar son desesperados, hasta el absurdo. El gobierno de Ohio organizó rifas, cada semana, por un millón de dólares entre mayores de 18 años que han sido vacunados. Para los menores, el premio son becas escolares.
Phil Murphy, gobernador de Nueva Jersey, regala cervezas a todos los mayores de 21 años que se hayan puesto las dos dosis. Sólo deben presentar su tarjeta que trae anotada la vacunación completa, en cualquiera de las 13 cervecerías del estado que participan en el incentivo llamado “una dosis, una cerveza”.
El gobierno de Virginia Occidental se enfocó en la población de entre 16 y 35 años, con una campaña en redes sociales que anuncian el regalo de un bono de 100 dólares para los que se vacunen.
Krispy Kreme regala donas a los que muestren que se vacunaron ese día. La cadena de supermercados de descuento Lidl da un bono de 200 dólares a sus trabajadores por vacunarse, mientras que Bolthouse Farms sube el estímulo a 500 dólares a sus trabajadores en todo el país. Y así muchas otras empresas. En Florida, Uber inició una campaña que consiste en llevar gratuitamente a los sitios de vacunación.
Titánico y desesperado el esfuerzo para convencer a la gente de algo muy sencillo: hay un virus mortal que se previene con una vacuna.
Y no, no habrá inmunidad colectiva el 4 de julio, como deseaba Biden.

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