Por Leo Zuckermann
¿Apocalipsis climático?
Una noticia me impactó durante mis vacaciones. Por primera vez desde que se tienen registros, el termómetro marcó 40 grados centígrados en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Nada menos que en el aeropuerto de Heathrow, en Londres. Tuve la oportunidad de vivir un año en ese país y no puedo imaginarme una temperatura de esa magnitud en ese territorio. ¿40 grados en Londres? ¡Qué locura!
Leí un impactante artículo en The New York Times sobre cómo está desapareciendo el Lago Seco que está junto a la ciudad de Salt Lake City, en Utah. El crecimiento urbano, aunado al cambio climático, está desertificando esta zona. Dos tercios del lago han desaparecido. Y, como el lecho lacustre contiene altos niveles de arsénico, las tormentas de viento están llevando cada vez más esta sustancia venenosa a los pobladores de la ciudad, poniendo en peligro su salud.
Ayer entrevisté a Mario López sobre la crisis del agua que se vive en Monterrey y que está relacionada con la falta de lluvias por el “fenómeno de La Niña”. No es nada nuevo pero, según el experto hídrico, el cambio climático lo ha hecho más agudo y prolongado. De ahí que los regios estén sufriendo una escasez importante de agua, que ha llevado a los gobiernos federal, estatal y municipales a tomar decisiones drásticas para resolver este problema en el corto plazo, aunque, en la medida en que el planeta siga calentándose, continuará en el mediano y largo plazos.
En otra noticia impactante, CNN reportó que en tres días, entre el 15 y el 17 de julio, se derritieron más de 12 mil millones de toneladas de agua en Groenlandia, equivalentes a llenar 7.2 millones de albercas olímpicas. Una barbaridad que nunca se había visto. Y es que en esa región también ocurrió una ola de calor llegando a registrarse temperaturas de casi 16 grados centígrados, diez grados más de lo normal en estas fechas. El hecho es que Groenlandia se está derritiendo, cada vez a una mayor velocidad. De acuerdo a los científicos, si se deshiciera todo el hielo groenlandés, el mar se elevaría en 7.5 metros en todo el mundo, lo cual significaría un desastre natural para muchas ciudades que se encuentran en las costas.
Un reciente estudio académico publicado con el título Climate Endgame: Exploring catastrophic climate change scenarios (Final del juego del clima: Explorando escenarios catastróficos de cambio climático) advierte precisamente de la catástrofe que puede ser este fenómeno para la humanidad. Y es que, tanto los científicos como los políticos, se han concentrado en argumentar y tomar decisiones a partir de un escenario donde la temperatura del planeta se incrementa en dos grados centígrados. Ésa es la premisa de los acuerdos de París. Han tomado este número moderado para no crear “mucho drama” y no ser “tan alarmistas”.
Los autores del ensayo se preguntan, sin embargo, cuáles serían los impactos si el calentamiento fuera de tres grados centígrados o más, lo cual se está tornando en un escenario más probable en la medida en que el desarrollo económico de los humanos sigue calentando la Tierra.
El tema es comenzar a hablar de una posible catástrofe climática. La conclusión es pavorosa: “Hay muchos contribuyentes potenciales a la morbilidad y mortalidad inducidas por el clima, pero es probable que los ‘cuatro jinetes’ del juego final del cambio climático sean la hambruna y la desnutrición; los fenómenos meteorológicos extremos; los conflictos; y las enfermedades transmitidas por vectores. Éstos se verán agravados por riesgos e impactos adicionales, como la mortalidad por la contaminación del aire y el aumento del nivel del mar”.
A los humanos no nos gusta ser catastrofistas. Pero la realidad nos está rebasando. Cada vez son más comunes las sequías e incendios, por un lado, y las lluvias extremas e inundaciones, por el otro. No sólo se pierden miles de millones de dólares anuales, sino que la existencia misma de la humanidad está en peligro.
El problema involucra a todo el planeta, pero es muy difícil de resolverlo porque estamos organizados en Estados nacionales. Mientras cada país defienda sus intereses, será casi imposible ponerse de acuerdo para coordinarse. Nadie quiere pagar los costos de una transición hacia sistemas económicos que resuelvan el cambio climático. Se puede avanzar, sí, pero lentamente en un contexto que exige mayor rapidez. De no hacerlo, tan pronto como este siglo, la humanidad podría experimentar los “cuatro jinetes” de un Apocalipsis climático.