Por ALBERTO BOARDMAN
El nombre de la rosa
“Sin unos ojos que lo lean, un libro contiene signos que no producen conceptos. Y por lo tanto, es mudo” Umberto Eco.
Con más de 50 millones de libros vendidos desde su publicación en 1980 y considerado uno de los libros más leídos del siglo pasado, “El nombre de la rosa” de Umberto Eco, vuelve a las librerías este julio de 2022 en una edición en rústica de Lumen, que si bien es cierto no es económica, vale mucho la pena adquirir por varios motivos.
El primero de ellos, desde mi percepción, es que la nueva publicación va dedicada a sus viejos lectores en una franca invitación a la relectura, con el aliciente de una edición similar a la original publicada en su momento en tapa blanda, muy diferente a la que en su momento, allá por los años noventa, me tocó leer en alguna de las subsecuentes ediciones de bolsillo. El segundo, que incluye un imperdible apartado de “apostillas”, escritas por el mismo Eco, a través de las cuales profundiza en aspectos como el título y su significado, el proceso de escritura, la novela como hecho cosmológico, las voces narrativas que cuentan la historia y la metafísica policiaca, entre otras que enriquecerán la experiencia lectora.
Otra recomendación interesante es que previamente a la segunda lectura, investiguemos un poco sobre la vida de Guillermo de Ockham, filósofo, teólogo y fraile franciscano inglés, considerado hereje, que sirve de inspiración para uno de los protagonistas de la novela, Guillermo de Baskerville, para entender mucho más el proceder y manera de pensar del personaje.
Vale la pena dejarnos transportar de nueva cuenta a una obra rica en matices literarios, históricos y académicos, que van desde las ideas filosóficas, la inquisición y los conflictos de poder entre iglesia y monarquía, hábilmente interrelacionados en un ambiente de intriga criminal y una excepcional biblioteca.
Sin duda, una obra con un legado sin fecha de caducidad que merece el goce de una renovada lectura, porque como bien dijera el propio Eco, “Los libros no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos. Cuando cogemos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué quiere decir”.
Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.