Es una situación muy frecuente. Se da por una incompatibilidad en el deseo sobre la frecuencia en las relaciones sexuales.
(Clarin). Uno quiere, pero el otro no. La frecuencia deseada por uno de los miembros de la pareja no coincide con la del otro u otra. ¿Cómo se resuelve esta situación?, ¿es realmente un problema? Tal situación se denomina discronaxia sexual y suele ser un tema recurrente en los consultorios de los profesionales de la salud sexual.
También denominada disritmia sexual, se trata de una incompatibilidad de frecuencia en las relaciones sexuales dentro de un vínculo sexoafectivo.
“Básicamente, uno de ellos posee una frecuencia de funcionamiento mayor que el otro, pero esto nada tiene que ver con el mayor o menor disfrute de las relaciones sexuales, sean con o sin penetración”, aclaró a Clarín Ayelén Mobilia, psicóloga, investigadora y sexóloga clínica.
Según la especialista la discronaxia sexual es una situación muy frecuente que a veces genera malestar y frustración en la pareja, donde en casos más extremos “se confunde con falta de amor o de deseo sexual”.
Para estos casos es clave entender que la discronaxia no es un conflicto en sí mismo. “Habrá personas o parejas que lo vean como tal y otras que no, o que pudieron solucionarlo o llegar a acuerdos por cuenta propia”, sostuvo Mobilia.
Las consecuencias de esto son distintas para ambas partes de la relación: en quienes pretenden mantener relaciones sexuales con mayor frecuencia se pueden generar inseguridades, frustraciones, baja autoestima, celos e incluso dudas respecto a la fidelidad de la otra persona y del propio desempeño sexual.
Aquellas personas que prefieren menor periodicidad, en tanto, sienten que del otro lado hay incomprensión, lo cual puede derivar en dificultades a la hora de la excitación y aumento de las posibilidades de fingir el orgasmo, dejando de lado el propio placer, explicó la especialista que forma parte de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana.
Discronaxia sexual: el primer paso es enfrentarla
La sexóloga (en Instagram, @ayelen.mobilia) mencionó que una posibilidad alrededor de la discronaxia es la existencia de algún trastorno sexual previo que pueda desencadenar desinterés en las relaciones sexuales.
“La vía más rápida para que el deseo desaparezca es justamente esperar: esperar que las ganas vengan o que el deseo regrese mágicamente”, aseguró. Y añadió que en esos casos lo primordial es ocuparse de aquello que genera ese desinterés.
Para eso, sugirió hacer las siguientes preguntas: ¿se trata de falta de comunicación?, ¿hay dolores en las relaciones sexuales con penetración?, ¿tengo pudor sobre mi cuerpo?, ¿arrastro prejuicios en torno a la sexualidad?.
En ese marco, destacó que es importante comprender que todas “nuestras experiencias pasadas, modelos de crianza, pensamientos y emociones configuran nuestros comportamientos”.
Cuándo se convierte en un problema
El conflicto no surge por la disparidad respecto al deseo, sino cuando la posición de uno o ambos miembros de la pareja se torna rígida.
“Si cada quien lucha por sus propios intereses, entonces se produce el problema, especialmente porque no se comprende que hay al menos dos realidades subjetivas en juego y que son válidas tanto una como la otra”, dijo la psicóloga.
“Coincidir es más la excepción que la regla. Siempre en una pareja van a operar las individualidades. Si una pareja coincide en todo, todo el tiempo, lo más probable es que se estén disminuyendo las libertades y necesidades de uno de los miembros”, agregó.
En ese punto es clave establecer los límites, resaltó la especialista: “Nadie puede obligar a nadie, a hacer nada ni a ninguna práctica sexual, todo debe realizarse con consentimiento”.
Dicho esto, explicó que “en el acto de negociar hay una necesidad de luchar juntos por un beneficio futuro, entender que la pareja es un equipo”. Y para que esta plantilla funcione, sumó, la motivación debe ser tan grande como para salir de la zona de confort.
Herramientas para enfrentar la discronaxia sexual
“Para lograr un encuentro satisfactorio siempre se debe ceder de ambos lados de la pareja”, anticipó Mobilia. Esto, afirmó, requiere de trabajar mucho tanto en la comunicación asertiva como en el reconocimiento de emociones y pensamientos disfuncionales.
Además, recomendó explorar otras formas de sexualidad no genitales y aumentar los momentos de intimidad y de conexión, así como evaluar los grados de exigencia y rigidez en la pareja.
Dentro del ámbito terapéutico en determinado momento del tratamiento se suele pedir a la pareja el establecimiento de un cierto ritmo de relaciones sexuales para crear hábito, pero que no sea un ritmo perfecto para ninguna de las partes, señaló la sexóloga.
También se suele pautar quién va a tomar la iniciativa del encuentro que, en general, es el de menor nivel de deseo. Para esto es necesario que la persona con mayor nivel de deseo espere y no se frustre.
Finalmente, la psicóloga destacó que es útil programar actividades eróticas que no terminen en coito.