Por Leo Zuckermann
Lo que nos enseñó Rosario
Celebro que la Fiscalía General de la República (FGR) haya desistido en su petición de encarcelar a Rosario Robles mientras transcurría su juicio. La exsecretaria de Desarrollo Social en el gobierno pasado no se lo merecía. La habían acusado de un delito menor que no ameritaba prisión preventiva. Sin embargo, con alevosía y ventaja, permaneció encarcelada por la existencia de una licencia de conducir falsa que, según el fiscal y el juez, hacían factible que Robles se fugara para no enfrentar la justicia.
Si algo nos enseña el caso de Rosario, es que la justicia mexicana es una basura. No hay que confiar ni en los fiscales ni en los jueces. Ella, oronda, se presentó al juzgado a dizque probar su inocencia. Acto seguido, la encarcelaron y se quedó tres años tras las rejas.
Después de este periodo, la FGR alegó que ya no existía un riesgo de fuga. Ahora tendrá que enfrentar su juicio en libertad presentándose cada 15 días a firmar al juzgado. Es lo correcto.
Mientras esto pasaba, en otro juzgado se vinculaba a proceso judicial al exprocurador general de la República, Jesús Murillo Karam. No obstante que, como adulto mayor de 70 años, la ley le otorgaba el derecho de enfrentar su juicio en libertad, el fiscal convenció al juez de control que había un riesgo de fuga. Entonces, deberá permanecer en la cárcel.
Se corrige un error (el de Rosario) y se comete otro (el de Murillo). Así nuestra justicia basura.
Y, ¡ojo!, que yo no estoy defendiendo ni a uno ni a otro. Para eso tienen abogados muy buenos.
De hecho, la última vez que vi en persona a Rosario Robles fue durante un debate que tuvimos en el noticiero José Cárdenas Informa, de Radio Fórmula. Resultó un encuentro duro, pero cordial, en torno al escándalo de corrupción conocido como la Estafa Maestra.
Rosario, en todo momento, argumentó ser inocente. Los contratos de asignación directa firmados con las universidades públicas a fin de realizar diversos servicios eran legales, lo cual es estrictamente cierto. Las dos secretarías de las que había sido titular (Sedesol y Sedatu) habían recibido, a cambio, los servicios contratados. Según ella, ya no le incumbía lo que habían hecho con el dinero público las universidades contratadas y si éstas habían subcontratado, a su vez, a empresas fantasma.
No quiso especular si parte de esos recursos había terminado, como se sospechaba, en campañas electorales. Rosario, sobre todo, insistía en que ella no se había beneficiado con un solo peso de estos esquemas. Vivía en la misma casa y tenía prácticamente el mismo patrimonio que cuando comenzó el sexenio de Peña.
Al terminar el debate, nos despedimos civilizadamente como corresponde a dos analistas que, durante años, fuimos compañeros en el espacio de Pepe Cárdenas.
Unos meses después, Rosario, muy valiente, y a diferencia de Emilio Lozoya, que se fugó, se presentó frente al juez que ya estaba procesando el caso de la Estafa Maestra por un delito menor que no merecía cárcel preventiva: ejercicio indebido del servicio público.
No contaba con que el juez era sobrino de Dolores Padierna, esposa de René Bejarano. Jesús Delgadillo Padierna debió haberse escusado del caso por conflicto de interés debido a la pública animadversión de su familia con Robles. No lo hizo y, con una chicana, le dictó prisión preventiva.
Ahí se pasó Rosario varios meses. Se quedó sola. Nadie de sus antiguos colegas del gobierno de Peña la defendió.
La puntilla llegó cuando su exoficial mayor, Emilio Zebadúa, decidió allanarse al criterio de oportunidad. A cambio de una menor pena o la absolución, testificaría y presentaría pruebas contra Robles. Con base en el testimonio de Zebadúa, la Fiscalía acusó a Rosario de dos delitos graves: operaciones con recursos de procedencia ilícita (lavado de dinero) y delincuencia organizada.
No sé cómo vaya el juicio de Robles. Lo que sé es que la FGR debe investigar y probar su culpabilidad en el desvío de miles de millones de pesos vía universidades públicas y empresas fantasma. Una de dos. O se lo robaron los funcionarios que operaron este esquema o los recursos se canalizaron para financiar campañas electorales. Puede ser que hayan sido las dos cosas.
En estricto sentido jurídico, Rosario Robles es inocente hasta que no se le demuestre lo contrario. Celebro que vaya a poder defenderse en libertad. Y le agradezco que nos haya enseñado que eso de presentarse a un juzgado en México es una muy mala idea. Valiente, pero de una ingenuidad supina.