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Calvino y la pobreza franciscana

Calvino y la pobreza franciscana

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Rubén Moreira Valdez

Dicen los testigos que tuvo una muerte espantosa, gritaba de dolor mientras las llamas lo consumían. En el otoño de 1553 Miguel Servet fue llevado a la hoguera por orden de Juan Calvino. Tenía 44 años, era teólogo y anatomista. También era bastante imprudente y por ello perdió la vida.

En la actualidad Ginebra, con sus 200 mil habitantes, se caracteriza por el contraste: sede de organismos internacionales y entidades financieras, al mismo tiempo que heredera material y espiritual de Jehan Cauvin. En su casco antiguo se siente la presencia del gigante protestante, y en la Catedral de San Pedro no es difícil imaginar su figura en medio de prédicas incendiarias.

La fundación de Genéve, nombre en arpitano de la ciudad, se pierde en el remoto pasado europeo y en unos belicosos tipos llamados alóbroges, que extendían su dominio hasta lo que hoy es Francia. El emplazamiento del primer caserío fue en las colinas vecinas al lago Lemán. Por el sitio pasaron y se quedaron un buen tiempo los soldados de Julio César. Hay que recordar que a los romanos les encantaba dominar a sus vecinos y cobrarles piso. Su traza original guarda el recuerdo del medioevo, sus calles y edificios nos recuerdan el triunfo de la austeridad protestante.

Calvino nació en Francia, en el seno de una familia católica a la cual la fortuna le fue adversa. Desde sus años de estudio se inclinó por la vida puritana y muy pronto se sumó a quienes se oponían al papado. En su epifanía personal está el origen de su postulado irreductible: la predestinación. Stefan Zweig, en su libro Castellio contra Calvino, nos aproxima a la personalidad extrema del teólogo reformador y describe la terca fortaleza de su fe. 

El calvinismo en buena medida marcó el rumbo de varias naciones y a decir de algunos teóricos provocó el nacimiento del capitalismo. De hecho, Max Weber, aquel pensador alemán muerto por una pandemia, escribió un emblemático ensayo sobre la influencia en el capitalismo de la ética protestante.

Mientras los aristócratas católicos del siglo XVI dedicaban sus ganancias a construir enormes palacios o al pago de sus estrambóticos placeres, los protestantes vivían en la austeridad y ocupaban sus utilidades en abrir nuevos negocios o acrecentar los que tenían. Hay académicos que han contrastado la visión franciscana y la calvinista en temas como la pobreza. El francés, estableció un sistema de apoyo a quien estaba en desventaja, pero también se oponía a la mendicidad y alentaba el trabajo como una conducta de vida. Si a ello sumamos el concepto de predestinación, entendemos la actitud del puritano y el calvinista ante el trabajo y la prosperidad, pues tener éxito representa contar con el beneplácito de Dios.

El debate en el tema que comentamos se extiende a la actualidad: los hispanistas defienden la conquista española con el argumento del mestizaje como un logro de la misericordia de la fe católica, frente a la evidente “limpieza étnica” que los protestantes anglosajones practicaron contra los pueblos originarios en el norte de América.

Lo cierto es que la perspectiva histórica es distinta cuando ponemos sobre la mesa el concepto de explotación y descubrimos que el tema central no es a quién se conquistó, sino más bien, quién explotaba a quién. Así es mucho más sencillo entender cómo medio millar de europeos ibéricos se adueñaron de grandes territorios. Para vencer a los aztecas les bastó una alianza con los pueblos que ellos tenían sometidos y así iniciar otro ciclo de opresión. La corona española, al igual que la realeza azteca, tenían el objetivo de someter a los pobres. La primera lo hizo en la península y después en los territorios americanos. Las dos jerarquías al servicio de un sistema opresor.

Calvino, visto desde el contexto actual, es un hombre de claroscuros. Es impresionante su poderosa afirmación sobre la Soberanía de Dios, la cual ha tenido efecto en el magisterio católico. Por otra parte, este tremendo pensador construyó un sistema religioso que, entre otras cosas, buscaba convertir la vida privada en pública. El objetivo de las grandes ventanas en las casas de Ginebra era hacer público lo que acontecía en los interiores de ellas. Seguro que de vivir Calvino en la actualidad sería afecto a la intervención telefónica y a difundir lo que se dijo en privado.

Al igual que a los inquisidores españoles, a nuestro teólogo reformista le gustaba convencer a los disidentes con la razón de los golpes, las llamas y la tortura. La predestinación es una forma de polarizar en la sociedad y la referencia a la pobreza franciscana se puede trasformar en una narrativa de opresión. En una semana hablamos de eso y de la Doctrina Social de la Iglesia.

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