Por Jorge Fernández Menéndez
La alianza opositora y el Edomex
Las elecciones del año próximo en el Estado de México suelen calificarse como una suerte de laboratorio, de un adelanto, de las presidenciales del año siguiente, pero la verdad es que casi nunca ha sido así. Salvo en 2012, cuando ganó Enrique Peña Nieto la Presidencia y Eruviel Ávila la gubernatura, en todos los últimos procesos electorales desde el año 2000 no han coincidido los ganadores del Estado de México y los de la elección presidencial.
Es verdad también que la del 2023 será, como todo lo que hemos pasado en estos años, una elección atípica, y si Morena se queda con el estado con mayor peso político y económico del país, será, por lo menos, muy difícil sacarle la elección presidencial del bolsillo el 2024. Esta semana, dirigentes del PRI, del PAN y del PRD se reunieron para establecer una comisión que analizará la forma en que participará la coalición Va por México en los próximos procesos electorales. La voluntad ahí está, concretar los acuerdos será más complejo, en primer lugar, en el propio Estado de México.
El PAN ya lanzó a Enrique Vargas como su candidato que, si se lleva a cabo lo dicho entre los dirigentes partidarios, será evaluado contra los que coloquen PRI y PRD. Enrique sería un buen candidato de la alianza y fue un muy buen presidente municipal en Huixquilucan (una labor que continúa su esposa, Romina, una de las alcaldesas mejor evaluadas del país), pero no veo cómo podría el PRI resignar la candidatura.
Primero, porque en las elecciones de 2021 el PRI tuvo unos buenos resultados y obtuvo más votos que el PAN; segundo, porque no creo que el gobernador Alfredo del Mazo vaya a resignar su estado con anticipación como hicieron otros gobernadores priistas en Sinaloa, Sonora, Hidalgo y Oaxaca. El priismo del Estado de México tiene otra historia, conserva fortalezas ciertas y Del Mazo ha tenido un gobierno discreto, pero aceptable, donde su mayor acierto, sin duda, pasa por el trabajo con las mujeres y de la tarjeta rosa en torno a la cual se articulan muchos programas sociales.
Tienen dos precandidatas viables, en primer lugar, Alejandra del Moral y, por otra parte, Ana Lilia Herrera. Todo parece indicar que se inclinarán por Alejandra, pese a la mayor experiencia de Ana Lilia, probablemente porque es la que mejor transitaría en la alianza y porque su presencia personal y política podría contrastarse bien con su rival de Morena, Delfina Gómez. El mayor problema que tiene el PRI es su presidente nacional, Alejandro Moreno, pero no se ve que Del Mazo vaya a hacer depender su decisión de lo que diga el todavía dirigente nacional del tricolor.
Movimiento Ciudadano insiste en que irá solo con Juan Zepeda, al que ofrece como candidato para que se sumen los de la alianza. Zepeda es un buen candidato, pero tampoco creo que eso vaya ocurrir. Insistimos: el PRI no va resignar un estado paradigmático para su presente y su futuro.
La negociación, dicen, se podría dar en torno a la Ciudad de México. El apoyo de la alianza a una candidata priista en el Edomex se compensaría con la candidatura de la Ciudad de México en 2024 para el PAN, yendo los tres partidos en coalición. Tiene lógica: el PAN es infinitamente más competitivo en la Ciudad de México que el PRI. El tema es buscar un candidato que realmente les permita a todos votar por él o ella.
En el PAN, el grupo —poderoso en la capital— de Jorge Romero ha sufrido un golpe demoledor con el tema del llamado cártel inmobiliario; hay varios alcaldes y alcaldesas que podrían ser candidatos, pero me imagino que en esa posición se tendrá que colocar a una figura de alcance nacional para que funcione esa candidatura como una pieza de apoyo en las presidenciales. Se asegura que sería Santiago Creel el que podría tener esa candidatura.
Santiago ya fue contendiente en el 2000 y perdió por un puñado de votos ante Andrés Manuel López Obrador. Luego buscó la candidatura presidencial desde la Secretaría de Gobernación en el gobierno de Fox, pero perdió en las internas panistas con Felipe Calderón, que fue candidato y ganó los comicios presidenciales de 2006. Ese acuerdo de intercambio de candidaturas entre el Estado de México y la Ciudad de México es viable. Pero quedan muchas dudas. Por ejemplo, ¿qué pasará en Coahuila? No me imagino a Riquelme resignando la candidatura del PRI en el estado. Eso se podría compensar con otros acuerdos en torno a los comicios de 2024, pero aún falta mucho por ver.
Un punto crucial es la debilidad de las dirigencias nacionales del PRI y del PAN, sobre todo la de Alito. La campaña que ha sufrido el priista de parte de la gobernadora Layda Sansores está basada en una suma de ilegalidades cometidas por el gobierno estatal. Pero Alito, por otra parte, es imposible de rescatar: está cosechando lo que sembró a lo largo de muchos años. Defenderlo es un costo que se le suma no sólo a su partido, sino también a sus aliados. Mantenerlo en la presidencia del PRI cuando no tiene siquiera el apoyo de la mayoría de los verdaderos poderes locales del partido es un suicidio político.
Marko Cortés dista mucho de ser el dirigente idóneo del PAN. La suya es quizás una de las dirigencias más débiles que ha tenido ese partido en años. No es tampoco, ni remotamente, un dirigente popular en el blanquiazul. Y el PRD cuenta cada día menos. Ésa es la realidad de la alianza opositora.