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Por Jorge Fernández Menéndez

Rosario Robles: tres años

Mañana se cumplen tres años de la detención de la exsecretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles. Conozco a Rosario desde hace años, desde que era una destacada militante de izquierda, de cuando fue la primera mujer jefa de Gobierno de la Ciudad de México y después presidenta del PRD, con todo el apoyo de Cuauhtémoc Cárdenas. En su camino se cruzó López Obrador, su sucesor en la ciudad, que en buena medida ganó aquellas disputadas elecciones del año 2000 sobre Santiago Creel gracias al trabajo de Rosario en la ciudad, pero también se cruzaron las disputas políticas internas, luego los videoescándalos, Carlos Ahumada, y toda la historia que terminó en el 2006 con López Obrador como candidato y con Rosario fuera del PRD.

La ruptura con López Obrador, hemos contado en otra ocasión, era añeja: desde que Rosario pasó a presidir el PRD comenzó una carrera en la que ambos, Andrés Manuel y Rosario, aspiraban a la candidatura presidencial del PRD para el 2006.

Lo cierto es que, tiempo después, Rosario comenzó a trabajar con Peña Nieto, cuando éste se convirtió en gobernador del Estado de México, y desde posiciones muy secundarias se fue convirtiendo en una de sus principales operadoras, sobre todo en el ámbito de la política social. Cuando Peña Nieto fue presidente, la Sedesol fue una posición lógica para ella.

Cuando iniciaba el proceso para las elecciones presidenciales de 2018, en los comicios del Estado de México (2017), la operación política, que requiere, siempre, intuición, conocimiento del terreno y también recursos, quedó, en parte, en manos de Rosario. La noche de la estrecha victoria en el Edomex, se festejó en Los Pinos, pero la división interna estaba más marcada que nunca. El gabinete presidencial estaba dividido y tenía en la mira la sucesión presidencial: nunca fue mayor que entonces la distancia entre Miguel Osorio Chong y Luis Videgaray. Rosario era, claramente, cercana al secretario de Gobernación. Entonces surgió, desde dentro, la denuncia de la Estafa Maestra.

Cuando se confirmó que quien fuera su oficial mayor y gente de confianza, Emilio Zebadúa, fue quien realmente operó todo el manejo financiero de la llamada Estafa Maestra, se había acogido a un criterio de oportunidad y se había convertido en testigo protegido de la FGR, la suerte de Rosario estaba marcada.

No hay, hasta el día de hoy, avances en las denuncias contra Robles. Tres años después de ser detenida, cuando se presentó voluntariamente a una comparecencia judicial por delitos que permitían que siguiera su proceso en libertad, no se ha pronunciado siquiera la justicia al respecto. Toda la investigación de la Estafa Maestra pasa por otros actores, en torno a Zebadúa y otros operadores, pero ninguno de ellos está detenido. Lo que le pedía la FGR a Rosario era que ella misma se acogiera al criterio de oportunidad, pero Rosario dijo que no denunciaría ni al expresidente Peña Nieto ni al exsecretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, porque consideraba que no habían cometido delito alguno. Y cuando uno de sus abogados declaró que hablaría de Luis Videgaray, Robles desautorizó esa declaración y sostuvo que no tenía denuncias que hacer de ninguno de sus compañeros de gabinete.

Como hemos contado en otra oportunidad, cuando estaba concluyendo el sexenio pasado, Rosario estaba convencida de que nada le sucedería, de que no tenía cuentas legales (sí políticas, su distancia con López Obrador no era ningún secreto, pero aseguraba que no tenía pendientes legales) de las que responder y que, además, había un acuerdo entre la administración saliente con la entrante para no judicializar esos desencuentros y manejos políticos del pasado.

Obviamente, no fue así. Rosario Robles no tendría que estar en prisión preventiva, no por lo que se la acusa, ejercicio indebido de un cargo público, y mucho menos seguir el proceso en prisión, cuando se ha comprobado que las pruebas para justificarlo fueron fraguadas, eran pruebas falsas, como su carnet de conducir, falsificadas por los fiscales. Hasta ahora, paradójicamente, ha ganado casi todos los amparos que presentó, pero siempre ha surgido algo para mantenerla en prisión, pese a que resulta evidente que no hay justificación legal para ello. Insisto en un punto, no sé si es responsable o no del delito del que se le acusa, pero, sin duda, el mismo no amerita prisión preventiva.

Creo que desde el gobierno federal y la Fiscalía pensaron que Rosario Robles sería como Emilio Lozoya o Zebadúa, que no habría lealtades, sino una suerte de sálvese quien pueda. Lozoya hizo denuncias que nunca pudo acreditar, Zebadúa está en libertad, los otros supuestos involucrados en la Estafa Maestra, también. Ningún otro miembro del gabinete de Peña Nieto ha sido procesado. Los rencores políticos juegan: Rosario Robles mañana cumple tres años detenida sin delitos que lo ameriten.

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